sábado, 10 de abril de 2010

Sin correr

Era el día más importante del año. La competencia de atletismo para la cual había practicado tanto, por fin se realizaba. Estaba totalmente atemorizada, este año era mi oportunidad de ganar, había entrenado todos los días, durante 6 horas. Pero una nueva chica, que había venido del interior del país, había mostrado indicios de ser una gran competencia para mí. Ahora estaba yo, aquí, sentada viendo como mis demás contrincantes lograban aquellos magníficos saltos. Yo era la última que competiría. Justo antes de mí, saltó aquella chica, fue el más magnífico brinco que había visto y ahora era mi turno de superarlo. Me levanté, caminé hacia la pista, me quedé viéndola. Ahora me parecía el reto más grande que pudiese existir. Sonó la señal y empecé a correr. Corrí como nunca lo había hecho y salté. Fue el salto perfecto, estaba segura de que iba a ganar y volé ¿Volar?, ¿por qué estaba volando? Esa no era la idea, la idea era saltar. Iba a perder la competencia. Todos se me quedaron viendo, y yo a ellos. Cada vez me alejaba más. El jurado me vio y no lo dudó, colocó la mínima puntuación.