Es normal que en las plazas hayan ardillas, las suelen comprar para que sea un atractivo turístico. Normalmente, diría que me gusta. Considero que a muchos les pasa igual. Son tiernas, chiquitas, delicadas y bonitas. Sí, me gustan las ardillas, pero sólo las marrones.
En la Plaza Bolívar hay ardillas, pero negras. Oscura y terriblemente negras y las detesto. Son espantosas, y cada vez que paso por allá no puedo evitar repudiarlas. Son desagradables. Pareciera que hubiesen salido de un basurero o fuesen un experimento fallido de laboratorio. Me da asco como se acercan a las personas quienes les dan comida. Siendo que están contaminadas y les pegarán una enfermedad. Hoy mientras las veía trataba de explicarme por qué las detesto tanto y llegué a la conclusión que me recordaban a las chiripas. Como cuando olvidas un objeto de madera en una cocina y las chiripas decides adoptarlo por hogar, y se pegan, se reproducen, y dejan su suciedad. Tal cual veo a las ardillas negras: la máxima expresión de porquería. Unidas a la madera y moviéndose por comida, ensuciando los árboles. Asquerosas, totalmente asquerosas. Odio a esas ardillas.