Ya casi todo estaba listo: mis amigos y familiares practicaban sus llantos, cada uno había comprado su traje negro, la música fúnebre empezaba a sonar. Iba a morir ese día. No estoy segura de cómo terminé creyéndolo pero seguramente fue por la certeza de quienes me rodeaban. ¿Cuándo?, ¿dónde?, ¿por qué?: no lo sabía. La gente no dejaba de recordarme que moriría. "Adiós Caterina". Las frases se hacían más reiteradas. "Lo sentimos". Me hablaban desde todos los ángulos. "Rezaremos por ti". La desesperación se apoderaba de mí, aún estoy viva, pensaba. "Te voy a extrañar". Subí las escaleras de mi edificio. “Nos duele”. ¡Ya no podía soportar la situación!. "Quisiera que te quedaras" dijo una última persona antes de que viera la gran ventana justo al lado de la puerta de mi apartamento. "Lo entiendo" le dije y me despedí.
sábado, 13 de marzo de 2010
Atemporalidad
¿Desplazada o desplazando?
Por estar adivinando...
Hace poco, solo tenía un primo. Un primo ciego. Nunca lo he considerado una desgracia, él desde que era bebé no ha visto, así que no tiene idea de qué se siente. Además, tiene muchas otras facultades que compensan esta condición. Hace unos años me preguntó qué se sentía ver. Nunca lo había pensado, yo sólo veía y ya, observo colores, formas, texturas, distancias, ¿cómo le explicaba a mi primo qué era un color? Pero él si podría saber qué era una forma, una textura y la distancia. Así que comencé:
-Ver es... saber, sin tocar, cómo son las cosas.
-Ah, ok, ¿cómo adivinar?-
Me quedé pensando unos minutos y finalmente respondí.
-Sí, como adivinar.
Jamás, hubiese pensado que ver era como adivinar y gran parte de mi vida me la he pasado adivinando, en ves de sintiendo.