viernes, 12 de marzo de 2010

Heridas que no sanan

Caminaba descalzo por su casa buscando un libro pero una astilla atraviesa su pie. Desesperación, dolor, cruel sufrimiento que atormenta. Se dirige al mueble más cercano. Se sienta, ve la sangre que se derrama por su talón. No es coherente la cantidad de rojo con el tamaño de la herida. Lo detalla, no es madera lo que tiene clavado, es un trozo de cristal del florero que en algún momento le arrojó esa esposa con quien posiblemente fue feliz. Toma las pinzas de cejas que por casualidad encuentra, extrae el vidrio. La herida era y seguiría siendo más profunda de lo que pensó. La sangre seguía brotando.


¿Y los que no tenemos retrato?

No pretendo ponerme filosófica, hace tiempo que no entro en ese estado de trance que me encanta. Tan sólo demostraré mi locura, o mi excesiva sinceridad.

Mientras estaba en una cola que duró 4 malditas horas, me dio tiempo de leer El retrato de Dorian Gray -quizá no fueron tan malditas-. Me gustó mucho la primera mitad del libro, pero, en serio callen al autor la segunda mitad. Lo cierto es que hubo una idea, la base de la novela, que llamaba mi atención: los pecados y los años dejan marcas. Y lo único que me pasaba por la cabeza es que yo lo sabía.

Digamos que en este momento de mi vida estoy en un buen estado, pero no siempre fue así. Y lo que más me preocupaba de mi fase anterior eran los pecados que cometí. Sabía que en mi rostro se reflejarían. Aún me da miedo que aquellos días hayan quedados marcados, y sigo tratando de sonreír como una niña a ver si los oculto. Pero que va, están ahí, y me delatan, o al menos pienso eso. A veces trato de convertirlo en el misterio detrás de mis ojos. Es que Dios mío, no he hecho ningún pacto con el Diablo. A mí si se me notan los años, los pecados, no hay retrato con el cual ocultarlos. Y cada vez temo más. Temo desde que me di cuenta de que la belleza realmente abría las puertas. Temo mientras vivo en un mundo que solo valora la apariencia. Sé que son tempranos demonios que acuden a visitarme y sé que los debo espantar. Solo son los pensamientos banales que pasaron hoy por mi cabeza.