Ya casi todo estaba listo: mis amigos y familiares practicaban sus llantos, cada uno había comprado su traje negro, la música fúnebre empezaba a sonar. Iba a morir ese día. No estoy segura de cómo terminé creyéndolo pero seguramente fue por la certeza de quienes me rodeaban. ¿Cuándo?, ¿dónde?, ¿por qué?: no lo sabía. La gente no dejaba de recordarme que moriría. "Adiós Caterina". Las frases se hacían más reiteradas. "Lo sentimos". Me hablaban desde todos los ángulos. "Rezaremos por ti". La desesperación se apoderaba de mí, aún estoy viva, pensaba. "Te voy a extrañar". Subí las escaleras de mi edificio. “Nos duele”. ¡Ya no podía soportar la situación!. "Quisiera que te quedaras" dijo una última persona antes de que viera la gran ventana justo al lado de la puerta de mi apartamento. "Lo entiendo" le dije y me despedí.
sábado, 13 de marzo de 2010
Atemporalidad
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