domingo, 8 de agosto de 2010

Pócimas entre el amor y el odio

Existen pócimas de pócimas. Son buenas, supongo. Cada quien tiene una necesitad y toma una. Yo tomo una. una que me hace no escribir y no ser infeliz. Realmente las dos cosas van unidas de la mano, y si no, déjame mentir al menos por esta vez. Quizá es el sueño hecho realidad de muchas personas: ser feliz con una poción, pero qué implica la felicidad cuando una de tus grandes gratificaciones desaparece. Creo que muchas veces preferí ser una persona triste a dejar de escribir. Luego, encontré la felicidad, ¿para qué escribir si puedo ser feliz? Después, dejé de tomar la pócima y volví al intranquilo estado entre lo agradable y lo desagradable, a la susceptibilidad extrema hacia lo que me permite enojarme, y luego, perdí las ganas de escribir y recuperé la necesidad de huir de la felicidad, de escapar antes de ser lastimada. A veces me pregunto quién soy de verdad: la persona inestable o la feliz; si las pócimas relucen tu interior o te colocan máscaras.
Ya no me importa: mejor una falsa felicidad que esta reactividad, porque sabes que en el fondo este color negro y metales solo tratan de ocultar un corazón de papel.

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